"Encontronazos fortuitos durante un partido o años de repetir malas posiciones pueden provocar serios daños. Algunas dolencias son comunes a todas las prácticas, pero otras son características de cada especialidad".
En el equipo de Boca Juniors de 1954, la sensación era José Borello, a quien le auguraban un largo futuro de crack. Sin embargo sólo duró 2 años más: sus meniscos lesionados lo obligaron a operarse 2 veces y aún así, no pudo volver a jugar. En 1983, durante un partido entre Barcelona y Athletic Bilbao, el vasco Andonis Goicoechea -apodado "la bestia negra"- descargó su furia contra Diego Maradona: el patadón le fracturó el maléolo y arrancó los ligamentos laterales del tobillo izquierdo.
En otras palabras, le pulverizó el tobillo. Maradona fue operado y después de unos meses, volvió a la cancha. Muchas de sus más recordadas jugadas fueron posteriores, como las del Mundial de 1986, en México.
En cambio, otro de los mejores jugadores de los últimos tiempos, el holandés Marco Van Basten, quedó fuera de carrera a los 31 años por su tobillo derecho. Después de 2 años de cirugías y tratamientos, en agosto de 1995 anunció su retiro.
Los problemas de meniscos -igual que ciertas fracturas, como el caso de Maradona- ya no significan el certificado de defunción para la carrera de un deportista (aunque entre 15 y 20 % de los jugadores debieron ir al quirófano por su causa). Son los más conocidos, pero no los únicos. Los deportes en general pueden provocar lesiones tan características que una rama de la medicina se dedica especialmente a ellas: la deportología.
Esas piernitas: Aunque hay lesiones propias de un determinado deporte, la mayoría es común a todos. El codo de tenista -una inflamación articular-, por ejemplo, puede aparecer también en quienes se dedican al golf, volleyball, tenis de mesa o judo, y aún en quienes caminan con bastón.
Se origina por la repetición sistemática de gestos realizada en una mala posición. Un atleta está menos expuesto a fracturas o heridas cortantes que un jugador de fútbol o de rugby, pero no es poco el riesgo de sus miembros inferiores, zona peligrosa en casi todos los deportes.
La rodilla es el cuco de los futbolistas: porque suele quedar afectada en un giro brusco o en un enganche. Su resistencia es menor que la del tobillo o la cadera y su recuperación más difícil. En ella se articulan los huesos de la pierna y la antepierna (fémur, tibia y peroné), y el contacto es amortiguado por unos colchoncitos de cartílago (los meniscos, uno anterior y otro posterior) que facilitan el movimiento y son mantenidos en su lugar por un sistema de ligamentos.
La estabilidad de la rodilla depende más de la resistencia de los ligamentos que de la forma de los huesos. Admite movimientos de extensión y de flexión: los que apliquen fuerza en otro sentido -giros, ciertas caídas- pueden dañar los meniscos o romper uno o más ligamentos.
Una ruptura de meniscos se arregla en el quirófano y el paciente puede volver a jugar a los 30 días. Pero cuando el problema es de ligamentos, el panorama se complica. Algunos casos requieren cirugía y otros no, pero siempre el período de recuperación se cuenta por meses.
Las lesiones menores también traen problemas. Un pellizco de meniscos no es otra cosa que la inflamación de la zona que los rodea. Demanda reposo, antiinflamatorios, y a veces infiltraciones.
Pero no todos los deportistas se tratan como corresponde. "Por presiones del club, de los auspiciantes o de sí mismos -opina el deportólogo Raúl González-, muchos jugadores vuelven a la cancha sin haberse recuperado totalmente. Esto puede derivar en que la lesión se haga crónica".
"Las lesiones más comunes en el fútbol -enumera el Dr. González- son las tendinosas y rodilas. Las luxaciones y las torceduras son habituales. Les siguen las musculares, que se deben a la falta de entrenamiento.
Transpirar la camiseta: Precisamente, la falta o el exceso de entrenamiento suelen ser causa de los problemas musculares.La falta puede derivar en desgarros (distensiones) y el exceso en contracturas. Todos los deportistas comparten este problema.
El desgarro -una separación o ruptura de las fibrillas musculares- se produce generalmente por recibir un golpe o por distender o contraer bruscamente un músculo. En esto influyen el mal entrenamiento, la mala circulación local -jugar sin haber hecho precalentamiento- y la fatiga muscular. Con tratamiento, en unas pocas semanas se puede volver a jugar, pero sin la atención adecuada las distensiones pueden convertirse en crónicas.
Los tobillos están siempre expuestos en el fútbol: los esguinces son más frecuentes que los problemas de meniscos. Como en otros casos, si no son bien tratados pueden cronificarse. Desde luego, choques y caídas pueden provocar lesiones y fracturas del más variado tipo.
Rudos Caballeros: En el Mundial de rugby en Sudáfrica en 1995, el wing de Costa de Marfil, Max Brito, quedó cuadripléjico (paralizado de piernas y brazos) porque se le aplastaron 2 vértebras cuando le cayeron encima 2 rivales y un compañero.
Las lesiones a las que exponen los futbolistas no se limitan a las extremidades inferiores, pero en los rugbyers el riesgo es general. "Las más comunes -enumera Enrique Zarolli, médico oficial de Alumni- son el traumatismo de cráneo y de rodilla y también los del hombro, como luxaciones y fracturas de clavícula. Es un deporte de contacto, muy duro: desgarros y contracturas son cosas de todos los días, pero también pueden producirse lesiones graves, como golpes en las vértebras del cuello y cuadriplejías".
"Desde hace varios años se está jugando más fuerte -opina Guillermo Botto, quien fue médico de los Pumitas durante los años 1992 y 1993-. Los traumatismos y las heridas cortantes son propios del rugby, pero aumentan porque siempre hay jugadores que no respetan las reglas".
Zarolli y Botto coinciden en que muchas lesiones de los rugbyers criollos se produen por no entrenarse debidamente. "Sin embargo -reconoce Botto- en las provincias hay varios clubes que no sólo le dan importancia al entrenamiento, sino que cuentan con un eficaz equipo de nutricionistas y deportólogos.
Fuera de combate: Un espectáculo de boxeo puede ser apasionante. Pero cada una de esas trompadas que ponen fuera de combate al rival y hacen rugir de emoción a los aficionados también mata miles de células del cerebro. Los movimientos bruscos que efectúa la cabeza cuando sufre un golpe obligan al cerebro a girar dentro del cráneo, retorciendo y estirando las conexiones con la médula espinal. El impacto incluso, puede hacer que la mayoría de las neuronas deje de trabajar y provoquen una pérdida del conocimiento. Si la piña es lo suficientemente fuerte llega a romper las fibras nerviosas de la base del cerebro.
Más de un boxeador murió después de un knockout, generalmente por una hemorragia cerebral. Pero aunque no se llegue a tal extremo, la reiteración de golpes -no necesariamente fuertes- suelen causar leves formas de demencia. Como mínimo, los boxeadores se vuelven irritables, tienen menos poder de concentración y su memoria queda afectada.
A los saltos: La altura de los jugadores de basketball y volleyball los hace propensos a sufrir de las articulaciones. La lesión más común en las rodillas es la llamada "jumpknee", producto del movimiento excesivo: los saltos producen altos niveles de impacto (que también pueden llegar a pulverizar los huesecitos de los pies). Suelen padecer de esguinces y lesiones en el hombro: éstas son en su mayoría musculares porque el hueso está encapsulado y rodeado de un líquido protector llamado sinovial, lo que le permite un movimiento muy amplio. Por último, los jugadores de basketball suelen ver afectados por los golpes los dedos de sus manos.
Quienes practican atletismo no se salvan de las generales de la ley. Un velocista, por ejemplo, no sólo corre el riesgo de lastimarse las piernas: algunos movimientos bruscos pueden derivar en las lesiones de torso.
"En velocidad -explica Walter Mira, traumatólogo del CeNARD- las lesiones más frecuentes son las tendinosas, debido a la superficie de las pistas y al rebote constante, que afecta las articulaciones. Los fondistas, en cambio, tienen más problemas en los músculos tibiales que en otros porque la actividad prolongada recarga esa zona".
Según Mira, también son comunes las lesiones en la región lumbar, a causa del complemento de pesas, usual como ejercició en la mayoría de las disciplinas. "No siempre se es lo suficientemente responsable como para dedicar tiempo y cuidados al cuerpo -opina-, y de eso derivan las consecuencias. Una elongación inadecuada puede traer problemas bastante bravos a un competidor de alto nivel. En Argentina hay muchos atletas, pero si los comparamos con los de otros lugares del mundo, no son tantos los que se preparan seriamente y siguen un programa de entrenamiento adecuado."
Si la falta de entrenamiento es malo, el exceso puede ser peor. Hace algún tiempo, durante una reunión médica en Francia, el reumatólogo Yves Chaouat advirtió acerca de los riesgos del sobreentrenamiento. "Esto produce -explicó- series de microtraumatismos, repetidas a raíz de la práctica constante, que provocan graves alteraciones en las articulaciones y favorecen la aparicion de reumatismos.
Para Chaouat, la repetición sistemática de ciertas posturas puede dar origen a lesiones en hombros, codos, muñecas o dedos: la que afecta el pulgar es frecuente entre esquiadores y jinetes; tiene su paralelo con la de todos los dedos que sufren los boxeadores; en la de muñeca, propia de los ciclistas y arqueros de fútbol, y en la del codo que padece tenistas, judokas y golfistas.
Lo mismo ocurre de la cintura para abajo: el empleo excesivo de una articulación normal, en deportes de alta competición, puede dar paso a lesiones como las de cadera que padecen judokas y futbolistas o las de rodillas que suelen soportar esquiadores, rugbyers y paracaidistas.