Otra genial nota de la Revista Nueva publicada el Domingo 8 de septiembre de 1996.
"A 145 años del primer torneo mundial, la trastienda del juego-ciencia sigue dando que hablar. Mientras se baraja una propuesta de unificar las 2 coronas, repartidas entre Anatoli Karpov y Kasparov (1996), el genial Bobby Fischer volvió de las sombras para desafiar a los 2 campeones".
A los 45 años, en forma contundente, el ruso Anatoli Karpov acaba de retener el cetro de la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE). Pero sabe que muchos consideran que el verdadero campeón no es el, sino el armenio Garry Kasparov, poseedor de título de la Asociación Profesional de Ajedrez (en inglés, PCA), una organización paralela fundada por el mismo Kasparov, quién le arrebató la corona a Karpov en 1985 y hace unos meses (1996) se dio el lujo de vencer a la computadora más sofisticada fabricada por el hombre. Mientras tanto, tras 21 años de ostracismo. el temperamental Bobby Fischer parece dispuesto a volver para un torneo que reúna a los 3 más grandes del momento, siempre y cuando los otros 2 acepten una variante de juego ideada por él, que bautizó, modestamente, "Fischerandom". Detrás de estos pesos pesado del tablero, se teje una complicada trama de intereses que arranca hace más de 145 años, cuando tuvo lugar el primer torneo mundial de ajedrez.
Anderssen, primer campeón: hasta entonces el liderazgo en el juego-ciencia se resolvía por desafíos personales. A comienzos del siglo XIX, la figura más notable fue Alexandre Deschapelles (1780-1847). Era tan brillante que solía otorgar ventaja a sus adversarios. La escuela francesa continuó ocupando el trono ajedrecístico con monarcas como La Bourdonnais (1797-1840) y Pierre Charles Fournier de Saint-Amant (1800-1873), quién venció a los más grandes maestros europeos de su tiempo, pero fue derrotado por el inglés Howard Staunton (1810-1874) en 1843.
Posteriormente le tocó a Staunton ser considerado el mejor, y en 1851 decidió comparar sus fuerzas con los más famosos ajedrecistas del mundo. Con ese fin organizó un torneo abierto a todos los países, que se celebró en mayo, en Londres. Como no había patrocinadores ni nada parecido, los recursos salieron de donaciones hechas por aficionados y de las coutas que pagaron los 16 participantes: entre ellos estaban los alemanes Adolf Anderssen y Bernhard Horwitz, el húngaro Jáos Jakab y el francés Lionel Kieseritsky.
La competición constaba de 4 etapas eliminatorias. El reglamento era menos estricto que ahora: no había limites de tiempo entre una jugada y otra y si la partida no había concluido, los contendientes podían continuarla hasta el final (hoy no se juega más de 5-6 horas por día). Así, una entre Staunton y Horwitz duró 11 horas ininterrumpidas. El torneo fue ganado por Anderssen, quien obtuvo el título al derrotar a Kieseritsky, en una breve partida donde sacrificó su dama, 2 torres y un alfil. Su triunfo fue una sorpresa; Staunton era el favorito, pero quedó en 4º lugar: quizá no rindió lo esperado porque la organización del torneo le consumió muchas energías.
El flamante campeón mundial no quedó muy conforme con las condiciones del juego. "Las mesas eran tan pequeñas -se quejó- que los bordes del tablero sobresalían a ambos lados, por lo que no había lugar para anotar las movidas ni para apoyar los codos". Los ingleses, acotaba Anderssen, no parecían sufrir estas incomodidades: "Rígidos como velas, con los pulgares de ambas manos en el bolsillos del chaleco, permanecían inmóviles mientras pensaban su jugada. A veces estaban así una hora seguida, mirando fijamente el tablero, mientras el contrincante resoplaba de impaciencia".
Con todo, el campeonato en Londres dio el puntapié inicial a las competencias internacionales. El segundo se celebró también en esa ciudad, 7 años más tarde y el 3º en París. En total, en la segunda mitad del siglo XIX, se realizaron 101 torneos mundiales.
Otra de las figuras de ese período fue el norteamericano Paul Morphy (1837-1884), que ya era un maestro consumado a los 12 años. Pasó por tableros de Europa como un relámpago genial y en varias ocasiones enfrentó a ciegas, con éxito, a 8 notables jugadores simultáneamente. Su carrera fue breve: antes de llegar a los 30 perdió interés en el ajedrez y terminó sus días en el manicomio. Se cuenta que finalmente olvidó cómo se movían las piezas.
De Capablanca a Fischer: Durante 5o años, la preponderancia germana fue notoria hasta que en 1921 el título mundial fue conquistado por el genial cubano José Raúl Capablanca. 6 años más tarde, en un memorable torneo realizado en Buenos Aires, comenzó a brillar la estrella eslava: Alexander A. Alekhine, 2 veces campeón mundial, fue el primero de una larga lista sólo quebrada por el holandés Max Euwe (1935-1937) y el norteamericano Robert Fischer (1972-1975). Desde el siglo pasado el ajedrez era en Rusia una pasión nacional, casi una adicción. El escritor León Tolstoi, partidario de la no violencia, un día renunció a jugarlo por considerar que el vencedor humillaba al derrotado. Al poco tiempo, volvió a los trebejos: "No puedo concebir mi vida sin los libros y sin el ajedrez", admitió.
Con el gobierno comunista, esta pasión eslava se volvió una razón de Estado: hasta en el pueblo más remoto había un club de ajedrez. Durante décadas el título mundial fue retenido por la URSS, hasta que en 1972 la racha fue cortada por Robert James Fischer, un joven hosco y de talento imparable.
Nacido en Chicago en 1943, Bobby aprendió a jugar a los 6 años y a los 14 ya era campeón de los Estados Unidos. Incluso largó la escuela y se puso a estudiar ruso para devorar los textos teóricos de los maestros soviéticos y arrancarles el cetro. A los 29 años alcanzó el derecho de enfrentar a Boris Spassky, el entonces campeón del mundo. Para obtener esa chance había pulverizado a bochos como el danés Bent Larsen, los soviéticos Mark Taimanov y Tigran Petrosian (match disputado en Buenos Aires).
El duelo con Spassky duró 3 meses (julio-septiembre de 1972), y fue apasionante. Tras 21 partidas, Fischer triunfó categóricamente. Durante los 3 años que duró su reinado no participó en ningún torneo y cuando tuvo que enfrentar a su desafiante, Anatoli Karpov, no se presentó. Ante esta inédita situación, la FIDE proclamó a Karpov campeón.
Los dos K: A pesar de su contundente eficacia, a Karpov le faltaba el duende del norteamericano. La suya fue una coronación dudosa y por eso muchos pensaron que su ciclo terminaría pronto. Pero en la década siguiente, Karpov derrotó en 2 ocasiones al pretendiente Víctor Korchnoi (que había emigrado de la URSS adoptando la ciudadanía suiza), hasta que en 1984 comenzó a brillar Garry Kasparov.
Desde entonces, el ajedrez mundial viene presenciando una lucha entre 2 estilos y 2 temperamentos. Ya de largada, sucedió algo sin precendentes: el encuentro Karpov-Kasparov fue un interminable cabeza a cabeza que concluyó empatado, tras 4 meses de juego. Debió realizarse una 2º ronda, que también pintaba eterna, hasta que Kasparov pudo desnivelar en su favor y se convirtió en el campéon mundial más joven en la historia del ajedrez: apenas 22 años.
El match había durado casi un año, con un total de 72 partidas.
En las ocasiones siguientes en que Kasparov defendió el título siempre tuvo a Karpov como contrincante. Un odio mutuo creció entre ellos. Muchas veces ni se daban la mano al terminar el juego, como es de rigor. Desde septiembre de 1984 hasta 1992, sólo por el título mundial, se enfrentaron 143 oportunidades, empataron 133 veces, con 21 victorias para Kasparov y 19 para Karpov. La partida más larga entre ambos consumió ¡102 jugadas!
El interminable duelo se interrumpió cuando Kasparov se negó a seguir enfrentando a Karpov y no se presentó a jugar, argumentando que las condiciones de juego de la FIDE lo perjudicaban. Así nuevamente Karpov obtuvo su título por ausencia del campeón. Esta vez Kasparov desconoció el fallo, formó una Asociación Profesional de Ajedrez (PCA) y de inmediato lanzó su propio campeonato. El de la FIDE y el de la PCA. Y 2 reyes: las "dos K", como dicen todos. En los últimos tiempos otra K entró en la lista: Gata Kamsky, un ruso nacionalizado norteamericano de 26 años (1996), que eligió la FIDE para disputarle el cetro a Karpov y acusó a Kasparov de haber creado la PCA para sacar pingües beneficios.
Es que el negocio de los campeonatos mundiales se volvió eje de muchas cosas turbias. Por ejemplo, el match Karpov-Kamsky tuvo lugar en Elista, capital de la República Autónoma de Kalmukia (Rusia), porque su presidente Kirsiam Ilumjinov, un magnate que también preside la FIDE desde noviembre de 1995, ofreció una bolsa de 1.500.000 dólares: un palo verde para el ganador y el otro medio para el perdedor... Karpov se impuso ante Kamsky, mientras Kasparov le ganaba al notable maestro hindú Viswanathan Anand, en la versión de la PCA. Ambas K siguen reinando. Ahora se trata de ver si es posible unificar las coronas.
Ilumjinov opina que sí e invitó a un centenar de los mejores maestros del mundo a un torneo de 3 semanas, del 22 de diciembre hasta el 12 de enero de 1997. De allí salen 2 ganados que enfrentan a las dos K y de ahí emergerá el nuevo campeón. "Todos estarán interesados -aseguró- porque habrá unos cinco millones de dólares en premios". Además de su fortuna, Ilumjinov tiene otra ventaja: es amigo de Kasparov y de Karpov y confía en convencerlos para que acepten esta nueva modalidad.
Como si eso fuera poco, Bobby Fischer decidió dejar su ostracismo: desde Buenos Aires -adonde viajó para presentar el Fischerandom, una variante de ajedrez que eliminaría todo el bagaje teórico conocido hasta ahora- acusó a las dos K de vivir enfrentados porque en el fondo... están arreglados. Y los desafió a jugar con el Fischerandom para poner fin a una incógnita que ronda las dos últimas décadas del ajedrez mundial: quién es de los tres el mejor.