Violencia en el deporte: Arbitros boxeadores

La violencia en el deporte no cesa. Y qué decir en Argentina y encima en el fútbol. Hizo punta en el deporte de la nº5 y no distingue colores ni categorías. Sino, que lo diga este árbitro de una liga regional de Arrecifes (localidad de la Provincia de Buenos Aires, distante 150 km de la Capital Federal) donde en un partido válido por aquel torneo aproximadamente por agosto/septiembre de 2005, tuvo la desgracia de expulsar a un jugador y tener que tomarse a golpes con el susodicho al no aceptar la tarjeta roja. El colegiado, ni lerdo ni perezoso y ex boxeador, no tuvo mejor idea que ajusticiarlo y hacerle saltar los "chocolates" a quién se le cruzara. Eso si, el expulsado y agredido debió salir corriendo y hasta defenderse con la policía para no recibir una paliza fenomenal. Abajo, el vídeo, con algunas imperfecciones de origen.

Tómalo o déjalo.

El blog "Tómalo o déjalo" de Thomas nos regaló esto:

LP, Loca Pasión: ¿Suena mejor un disco de vinilo, un CD o un MP3?

Andrés Ospina*
MP3 killed the vinyl star: Entre los objetos de la casa a los que venero con más fervor fetichista está una Victor Talking Machine. Es algo parecido a una vitrola, aunque no lo mismo. Las vitrolas tienen una corneta metálica, similar al pabellón de una tuba. Las Víctor Talking Machine no, lo que las hace un tanto menos vistosas, sólo cuentan con cuatro grandes hendijas a manera de parlantes, éstas a su vez resguardadas por un par de compuertas desde donde parte el sonido hasta los oídos de quienes tenemos suficiente paciencia como para ponernos en la tarea de darles cuerda, cada poco tiempo. Algunos comerciantes disfrazados de krishnas venden ciertos modelos de imitación, de aquellos que operan con baterías. Pero en esos casos ni los hombres son krishnas, ni los artefactos vitrolas. La intensidad de los decibeles se controla al abrir o cerrar las mencionadas compuertas. Es una forma rústica aunque romántica de variar el volumen del audio, que parte desde una aguja a la que hay que reemplazar después de un mínimo uso, y a la que se le acomodaría mejor, dado su tamaño, la palabra ‘puntilla’. Cada una de las mencionadas agujas alcanza, en el mejor de los casos, para dos o tres canciones. Luego se vuelve roma.
Mi Victor Talking Machine fue fabricada en 1927, según pude corroborar por el número de serie grabado sobre la pequeña placa aún pintada de negro en donde se adivina la figura del famoso cachorrito terrier, asustado por aquellas misteriosas notas tocadas desde el fondo del aparato, por nadie. Cada vez que puedo me dirijo hacia algún anticuario callejero para comprar, al azar, un par discos de 78 RPM, en donde sólo hay dos canciones. Regreso con una bolsa de papel en cuyo interior hay 6 ó 10 discos, de esos que se rompen al caer al suelo. Luego, sin saber de qué van, los pongo a girar sobre el plato del prehistórico tocadiscos, a la espera de encontrarme con cualquier cosa. Una vez mi amigo me estaba observando un fonógrafo parecido al mío y comentó, en la que me pareció una muy sensata apreciación, que esos dispositivos cumplieron una vez con una función bien similar a la de un actual I-Pod, algo más rústico. Un lugar en donde se almacenaban distintas canciones que luego podían ser reproducidas a gusto del usuario, en órdenes caprichosos. Es una forma algo arcaica de ‘randomizar’ mediante cierto mecanismo de mágica aleatoriedad el devenir musical de todos los días. Algunas veces, para ablandar un tanto los precios, le insinúo al vendedor que en vista de las malas condiciones lucidas por los discos de 78 rpm que me ofrece, el alto precio exigido por los mismos debería disminuir. Él me contesta, invariablemente, que si así lo quiero podemos ensayar una por una las ‘pastas’, y que si encontramos una que no suene bien, él me la dará gratuitamente. Ante un argumento como ese no me queda más que dar mi voto de fe a la mercancía usada y pagar la cifra estipulada inicialmente sin chistar.
Roll over Beethoven: Aquel formato del que hablo, fue el antecesor del más popular y reciente LP, presentado al mundo el 21 de junio de 1948, hace 60 años, obra del ingeniero húngaro de la CBS Peter Carl Goldmark. Eso de que los discos prensados en los 30 sean menos susceptibles a ralladuras que los que aparecieron luego en el formato LP, y quizá algo menos también que los compactos, unos 50 años más jóvenes, tiene un significado más grande que el de una mera anécdota sentimentaloide. Entre expertos y aficionados hay una corriente de melómanos serios, para quienes la calidad de los formatos más recientes de compresión de audio, bien sean MP3, MP4, AAC o CD, está muy por debajo de los estándares obtenidos en tiempos antiguos, cuando cintas magnéticas y discos de vinilo dominaban el mercado. O por lo menos de la de los álbumes producidos durante los 70 y 80, que fueron épocas doradas para el disco de larga duración, al que por mucho tiempo, desde el inicio del imperio digital, el mercado había venido mirando con desinterés o sentenciándolo de muerte por inanición. Yo mismo me he rendido ante la tentación de tener toda mi colección (incluyendo vinilos, cintas de carrete abierto, casetes y otras aberraciones más) convertidas a mp3 en un disco duro. Es una solución práctica, que garantiza la preservación de las matrices originales y permite compartir loa audios sin problema, en lugar de tener que buscar malas excusas para no prestar los discos a nadie. Pero en honor a la verdad hay que reconocer que, al menos según mis estándares de audición, las condiciones de la muestra sonora decrecen.
El rango promedio de muestreo de un MP3 está por los 128 kbps. Los más puristas convierten sus audios a una tasa de 160, y otros de 256, en un esfuerzo por conservar una fidelidad ya perdida. Ninguno de estos se acerca, ni de lejos, según dicen los entendidos, a los niveles de frecuencia utilizados por los viejos discos de larga duración, con todo y ralladuras, ni mucho menos a las cintas magnéticas de carrete abierto, a las que intentaron sin éxito de popularizar en los 70'. Una explicación muchas veces dada: Los formatos digitales de almacenamiento de música la convierten en datos. En algoritmos, y códigos, y caracteres. Y no, como ocurría antes, en decenas de cientos de miles de impulsos magnéticos o análogos registrados en los surcos de los álbumes, o en los kilómetros de cinta que en su momento tomaba grabar una canción.
Ya desde los 80, con la llegada del CD, la industria discográfica comenzaba a preguntarse si la disminución en tamaño y costos justificaba el sacrificio de perder algo de información en aras de la compresión. Cuando empezaron a vender discos compactos en Bogotá. Cuando Bernardo Hoyos escribía sobre sus bondades en la Revista Diners. Cuando los ejemplares se vendían un tanto misteriosamente por encargo en aquel tradicional local de ‘El Gramófono’ en Unicentro, llegaron con el cuento de hadas de que eran indestructibles e inmejorables. Y la mayoría nos lo creímos.
Alta infidelidad: Sicoacústica es la ciencia que determina hasta qué punto nuestra percepción acerca del sonido está condicionada por la forma como el cerebro reacciona a estímulos sonoros a partir de experiencias anteriores, expectativas y prejuicios. Sicoacústicamente hablando, -y qué pretencioso suena- cada vez son menos los que crecieron oyendo discos de larga duración. Para estas generaciones de oídos digitalizados, los formatos de compresión como MP3 o AAC son su referente más cercano de cómo debe sonar la música. Por eso, tal vez, la diferencia no es algo que les preocupe. Pero quienes han tenido una vida más larga y unos órganos de audición suficientes como para comparar llevan años pensando en el asunto.
Una pregunta, de la que todo ingeniero de sonido y encargado de masterización debe ocuparse, es en dónde fundamentalmente va a ser oído el producto en el que se está trabajando. ¿En los monitores convencionales de un ordenador cualquiera? ¿En los altavoces del bus escolar? ¿En los audífonos de un I-Pod? ¿O con un juego de altoparlantes Bose de última generación? El ejercicio de conectar este último a un buen sistema de amplificación arroja resultados desalentadores. En teoría se trata de cambios imperceptibles en las frecuencias. Pero un oidor sensible se da cuenta de que algo falta. Por ello, en medio de una generación habituada a pensar en la música como bites y bytes, hay un sector de opositores a los malos resultados en remasterizaciones de grabaciones originalmente análogas, o a la cantidad de colores que se pierden en las versiones digitales de nuevas piezas. Joe Levy, de Rolling Stone, estuvo analizando una misma grabación en distintos formatos y masterizaciones, y los resultados se inclinaron del lado de lo análogo.
Algo muy difícil de haber imaginado en 1988, cuando las disqueras se ufanaban de exhibir con orgullo en alguna esquina de sus productos las siglas DDR (que significaba que todos los procesos efectuados para la grabación, mezcla y masterización del producto ofrecido habían sido digitales).
Era fácil pensarlo si comparábamos compás por compás las versiones en lp y cd de los 14 Cañonazos Bailables de Fuentes, de 1992, ya concebida para ser tocada en equipos digitales. Sin embargo, la ecuación no siempre funciona. Los almacenes comenzaron a deshacerse de los viejos discos porque ‘les ocupaban mucho espacio’. Que lo diga yo, aferrado como pocos a un pasado remoto que ni siquiera viví y parcializado positivamente hacia todo lo viejo, no sería extraño. Pero ya son muchos los verdaderos amantes de la alta fidelidad en oposición a los nuevos credos digitales. La discusión está puesta hace tiempo sobre la 'torna' mesa. "El vinilo suena mejor, y llevan veintitantos años engañándonos con la calidad del CD”, dijo Elvis Costello, quien, muy a tono con ese pensamiento lanzó su más reciente trabajo ‘Momofucu’ en un formato tradicional de vinilo, en cuya carátula se incluyó un cupón para poder descargarlo por vía web.
Días después apareció la versión en CD. Pero el mensaje quedó claro. Declaraciones en el mismo sentido han venido de leyendas como Neil Young y Bob Dylan, aunque, nótese bien, todos ellos vinieron al mundo en tiempos de vinilo.
Bájale el volumen: Desde los lejanos y gloriosos días de George Martin al mando de la consola de Abbey Road el volumen era una obsesión de ingenieros y productores. Antes incluso de que sus grabaciones fueran populares en EE.UU., el genio musical detrás del sonido beatle tenía entre sus preocupaciones principales el tema del volumen. Se preguntaba porqué los Beach Boys alcanzaban semejantes niveles, comparados con los que venían de Gran Bretaña.
La carrera, que pareció terminar en los 70', fue retomada hace por lo menos una década, en particular cuando ‘Californication’, de los RHCP sorprendió al mundo con sus decibeles inusuales. Se gana en impacto y espectacularidad, pero se pierde, y mucho, en lo que los expertos conocen como ‘rango dinámico’, que es el espectro de frecuencias sacrificadas por la compresión.
Ahora bien, no será por nada que la fabricación de tornamesas, en declive durante muchos años, ha comenzado a despegar una vez más con nuevos modelos, algunos equipados además con entradas para puertos USB y otras implementaciones modernas.
Sería demasiado pronosticar una segunda vuelta del vinilo como el rey de los formatos. No sería fácil destronar las más de dos décadas habituados a la escucha y consumo de música procedente de fuentes digitales. Pero el hecho dejó claro, por lo menos, que el disco de larga duración se resiste a convertirse en una curiosidad en desuso. Las ventas de álbumes en formato lp están subiendo de forma sorprendente. Parece que las tiendas de discos de barrio, como núcleos de socialización y de aprendizaje, sobrevivirán por más tiempo del que se pensó.
En este mundo de piraterías y otros vicios, algunos mesías desesperados, de los mismos que hace 20 años apostaban por la desaparición del LP, han comenzado a hablar del vinilo como el posible salvador de un panorama apocalíptico para las disqueras. Tal vez tengan razón y algún día los viejos discos vuelvan a hacer sentir sus cuerpos circulares, pesados y acelerados girando obstinados sobre las pocas Victor Talking Machine que en el mundo puedan quedar para ese, espero, no tan lejano entonces.

*Autor de El Blogotazo, blog del diario El Tiempo de Colombia.

Vuelta a España 1987: De “Jardinero” a Rey

La 42ª edición de la Vuelta a España se disputó del 23 de abril al 15 de mayo de 1987. En esta edición de una de las llamadas 3 grandes vueltas del ciclismo mundial, sería tal vez el punto más glorioso del ciclismo colombiano por cuenta del fusagasugueño Luís ó “Lucho” Herrera, el también llamado Jardinero de Fusagasugá. Estuvo ausente el ciclista español Álvaro Pino que era el campeón reinante de esta vuelta un año antes. El belga Jean-Luc Vandenbroucke ganó la etapa inicial, a pesar de que tenía dificultades de salud.
No hubo un ganador regular en las 22 etapas que se disputaron, donde solo un ciclista italiano (Roberto Pagnin) y otro irlandés (Sean Kelly) lograron imponerse en 2 etapas durante toda la Vuelta. Este ciclista irlandés era el favorito previo para ganar esta Vuelta junto al italiano Moreno Argentin, y el conocido ciclista español Pedro “Perico” Delgado. Herrera no llegó como favorito, ni siquiera era el líder de su equipo, Café de Colombia, que le había entregado la responsabilidad de liderar al equipo a Martín Ramírez, quien había ganado el Dauphiné Libéré de 1984. Sin embargo, la 6ª etapa, con final en Andorra, supuso la primera demostración de fuerza del ciclismo colombiano por cuenta del Jardinero. Lucho Herrera, acompañado de varios compañeros y los españoles Ángel Arroyo y Vicente Belda, protagonizó varios ataques en la ascensión final, consiguiendo descolgar a todos los favoritos. A pesar de ello, Kelly recuperó aquel día el maillot amarillo.
En la etapa siguiente, con ascensión final a la estación de Cerler, el corredor colombiano vuelve a plantar batalla. La victoria en la etapa fue para el español Laudelino Cubino, si bien Herrera consiguió recortar mucha distancia a Kelly. Al mismo tiempo, el alemán Reimund Dietzen, se colocó como líder, con apenas dos segundos sobre el corredor irlandés.
No sería hasta la 11ª etapa en la que volvería a haber cambio de líder. El colombiano Herrera, por fin conseguía el maillot amarillo, tras vencer destacado en los Lagos de Covadonga. Delgado y Fignon fueron los más perjudicados de la etapa, y sólo Kelly y Dietzen permanecían cerca del ciclista colombiano en la general.
"Yo lo había visto subir, pero ese día me sorprendió. Todos nosotros (los colombianos y los europeos) subíamos parados en los pedales y el avanzaba como en una moto, sentado en la bicicleta. Era imposible soportar el paso", segun contó Pedro Saúl Morales, ciclista de Ryalcao Postobón que terminó séptimo en esa etapa.
La carrera continuó sin cambios en la general hasta llegar a la 18ª etapa, una contrarreloj de 24 kilómetros disputada en Valladolid. Sobre el papel, Kelly era claramente superior a Herrera en la especialidad contra el reloj, por lo que parecía que la Vuelta se decantaba del lado del ciclista irlandés. Jesús Blanco Villar logró el triunfo de etapa, pero el maillot amarillo, tal como se presagiaba, cambió de manos.
Sin embargo, el corredor irlandés se vería obligado a abandonar la carrera al día siguiente, víctima de un problema de hemorroides. Aquel mismo día, Fignon se hacía con el triunfo de etapa y se situaba tercero en la general, por delante de Perico Delgado, y Luis Herrera entraba segundo en línea de meta, distanciado del resto de favoritos, aventajando a Dietzen en suficiente tiempo como para que no fuera un peligro en las etapas restantes.
La carrera no sufriría más cambios, y así, Lucho Herrera se convertía en el primer ciclista colombiano en ganar la Vuelta a España. En el podio, le acompañaron Reimund Dietzen, segundo, y Laurent Fignon, tercero. Herrera se impuso también en la clasificación de la montaña, y Alfonso Gutiérrez fue el vencedor en la clasificación por puntos. Fignon publicó hace unos meses en su autobiografía que recibió un soborno para dejar ganar a Herrera en aquella Vuelta, los cuales para muchos es una afirmación totalmente falsa. Herrera lo calificó como una tontería y dijo que si hubiera tenido plata en ese momento para un soborno, mejor la hubiera invertido en el Tour de Francia. Complementó que “Tengo mi conciencia tranquila, gané legalmente porque en ese momento tenía las condiciones para hacerlo y mi título no está en tela de juicio. Más bien quien puso a dudar de la legalidad de sus títulos en el Tour de Francia fue Fignon, quien admite sin complejos que durante esa época se dopaba y además consumía cocaína”.
Sin duda, un momento histórico para Colombia en la época de oro de su ciclismo en los años 80. Luego de este triunfo, Herrera se consagró nacional e internacionalmente. A su regreso, el presidente colombiano de ese entonces, Virgilio Barco, le otorgó la Cruz de Boyacá, en el grado de oficial. Un tiempo después quedaría quinto en el Tour de Francia, pero lograría el título de campeón de montaña. Acá está un video donde se le ve cruzando la meta en la única etapa que ganó (la etapa 11ª de Santander-Lagos de Covadonga) y el comienzo de convertirse el líder en la clasificación general por casi todo el resto de la Vuelta:

Autor: Darío Serna.

Nick Bollettieri: Fabricante de campeones

"Con un método anticonvencional, este entrenador de tenis formó a figuras como Yannick Noah, Monica Seles, Jim Courier o Andre Agassi. Aacaba de escribir su biografía (1996), y muchos temen que prenda el ventilador de los secretos".

Nacido en el Bronx, en el seno de una familia napolitana, Nick Bollettieri nunca se destacó como tenista, pero edificó su éxito enseñando a los demás a triunfar en un court. Tras dos décadas de sacar campeones, acaba de escribir una biografía donde pasa revista a su rica trayectoria docente. En 1953, con 22 años, su porvenir no parecía muy halagüeño. En plena guerra de Corea había sido reclutado por el ejército e incorporado a una unidad de paracaidistas, donde aprendió los fundamentos del entrenamiento físico y la disciplina mental propios de esa actividad. Cuatro años después se sacó el uniforme y a instancias de su padre, se inscribió en la Universidad de Miami para estudiar abogacía. Pero los libros lo aburrían y en los ratos libres se puso a enseñar tenis en una plaza, por 3 dólares la hora. No era gran jugador, pero como maestro demostró una infalible capacidad para pulir el talento natural de sus alumnos. Uno de ellos fue Brian Gottfried. Cuando se hizo cargo de el en 1961, Brian tenía 10 años. Una década después ocupó el cuarto lugar en el ránking mundial y en 1977, llegó a la final de Roland Garros, donde fue vencido por Guillermo Vilas.

Guerreros con raqueta: Simpátco y adulador, más adelante Bollettieri consiguió que los Rockefeller lo adoptaran como profesor. Llevaba una vida de holgura. Pasaba el verano en Pocanto Hills, cerca de New York y el invierno en Puerto Rico. Pero no era suficiente: ambicionaba ser un entrenador de los más grandes. Candidatos le sobraban. Así que fundó su propia academia de tenis, primero en Port Washington y luego en Brandenton, Miami. Sobre el frontón de la escuela, que funcionaba casi como un cuartel, hizo escribir: "Capacidad, disciplina, vocación". Los pensionistas se levantaban temprano, se acostaban a las 10 de la noche y sólo debían preocuparse por estudiar y jugar al tenis. Los contactos con el mundo exterior y la familia estaban reducidos al mínimo. El tabaco, los chicles y las bebidas gaseosas, prohibidos. A medida que pasaban los años, fue reclutando alumnos cada vez más jóvenes. "La edad adecuada para adquirir una técnica y un estado físico perfectos está entre los 10 y los 12 años", aseguraba. En esa época terminó de perfeccionar su método, basado en el entrenamiento que había recibido como paracaidista, y que no tardó en dar resultados: ubicó a muchos de sus estudiantes entre los mejores del mundo. Por entonces, otros profesores y técnicos empezaron a criticarlo. Lo acusaban de que su sistema formaba atletas resistentes, pero mediocres jugadores. Sin embargo, la realidad era que el tenis estaba dejando de ser un deporte donde prevalecían la elegancia y la habilidad para transformarse en una competencia feroz, disputada por guerreros armados con raquetas. Hoy, la fuerza y la resistencia se imponen al talento: en los saques las pelotas vuelan a unos 200 km/h. Por eso, desde principios de los 80's, la escuela de Bollettieri pudo enorgullecerse de haber formado campeones como Jimmy Arias, Yannick Noah, Aaron Krieckstein, Mónica Slees, Jim Courier o Andre Agassi. De Mary Pierce fue entrenador hasta 1995.
Boris Becker también atendió sus consejos y cuando pasa por una mala racha suele darse una vuelta por su academia para poner las barbas en remojo. No porque el profesor le brinde recetas mágicas: "Cada campeón tiene sus propias características -repite Nick-. Podemos hacer que su mente cambie, pero no modificar su personalidad. Hay que adaptarse a ella y tratar de orientarla". Considera a Andre Agassi su mayor descubrimiento: "Desde que lo vi supe que podía ser un campeón. No conocí a nadie que tuviera mejores "manos". No fue fácil, le costó adaptarse", asegura. Cuando Agassi lo dejó por el entrenador Brad Gilbert, Bollettieri se lo tomó muy a pecho. Después de ver su pobre actuación en Roland Garros, fue lapidario: "Probablemente no tuvo la preparación mental apropiada. Si Gilbert hubiera tomado a Andre a los 12 años, jamás sería lo que es". Su aseveración, además, intentaba desarmar los argumentos de quienes dicen que toma a su cargo tenistas demasiado jóvenes y los agota física y psicológicamente. ¿Qué opina sobre sus otros alumnos?: "No conocí a nadie más disciplinado que Boris Becker o Mónica Seles, ni más trabajador que Jim Courier, ni más conflictuada que Mary Pierce". No podía ser de otra manera. Nadie conoce como él sus vidas privadas, sus defectos, celos y rivalidades. ¿Contará las dificiles relaciones entre Seles y Agassi; el romance entre éste y Barbra Streisand; los conflictos sentimentales de Pierce o las causas de su ruptura con Jim Courier, de la que se siente culpable?. Pero Bollettieri no es un chismoso. Incluso con 65 años (1996) a cuestas, es capaz de reconocer que cometió errores: "Ahora sé que los más jóvenes no deben tener sólo tenis en su vida -reflexiona-. Es necesario que se desarrollen otras actividades sin adjudicar demasiada importancia a sus resultados". Claro que no peca de ingenuo cuando se refiere a las exigencias de la alta competencia y piensa en el futuro de Tommy Haas y Anna Kournikova (1996). "En una actividad ultraprofesionalizada, que mueve fortunas, nada se logra sin el máximo esfuerzo", afirma. Sus alumnos saben que para triunfar además de músculos, necesitan voluntad de hierro. "Quienes no la tengan o la hayan perdido -advierte Nick-, mejor que se dediquen a otra cosa".

Abajo, la nota original del domingo 11 de agosto de 1996. Haciendo click, se ampliará la imagen:
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Banfield Lotto 1996

Eran épocas bastante dificiles para el campeón del Apertura 2009 del fútbol argentino (1º título para el equipo del sur del conurbano bonaerense en sus 110 años de historia, rebasando al equipo más reducido de la ciudad de Rosario por 2 puntos). Tiempos de Nacional B y de ascensos y descensos entre Primera División y Primera B Nacional. Pero, tras ser vestidos por la tradicional Nanque (oriunda de Lomas de Zamora, localidad vecina a Banfield), para 1996, pudieron cambiar de marca, eligiendo a la italiana Lotto, cuando aún estaban en Primera. Y también main sponsor: el canal de noticias América TV, otrora Canal 2. Muy común y tradicional, bastones verdes y blancos prolijos, con un patrocinio bastante grande y subido. Cuello polo con algunas líneas verdes más oscuras en blanco, una tela de poliester brillosa y no del todo buena, escudo bordado terminaban de cerrar el conjunto y la marca a la derecha. Muy agradable. De aquella época, la vistieron jugadores como Glaría, Fernández, Comizzo y Sanguinetti, entre otros. Después, tras el cese del contrato con la televisora platense, tuvo que improvisar un horrendo parche que decia "LOTTO". La suplente, naranja con 3 finos bastones verde-blanco-verde.

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Ciclismo: "Con la lengua afuera"

"Es uno de los deportes más populares del mundo, con competencias legendarias como la Vuelta de Francia, y un fenómeno comercial que mueve fortunas. En la Argentina cuenta con una larga tradición que ha dado héroes como los hermanos Saavedra y Ernesto Contreras".


Cuando apareció, en el siglo XIX, ese armatoste de 2 ruedas en línea parecía una extravagancia sin futuro, pero las modificaciones que le fueron haciendo lo transformaron en un práctico sistema de transporte. En 1868, el Vélo Club de París organizó la primera carrera (1200 metros) con velocípedos. Llegó primero el inglés James Moore. En 1876, otro británico, un tal Dodds, quiso averiguar qué distancia podía cubrir en 1 hora con ese aparato: hizo 25,5 kilómetros, primer récord extraoficial de la especialidad. El ciclismo se iba para arriba y se fundaron federaciones en Inglaterra, Estados Unidos, Alemania y Francia. En la década de 1890 se creó la primera asociación y empezó la furia del pedaleo. La bicicleta con ruedas de igual tamaño y tracción por cadena en la trasera había terminado de establecer el deporte. Con ese modelo el francés Charles Terrent obtuvo en 1889, el primer campeonato del mundo de los 100 kilómetros. En 1896 se disputaron en Grecia los primeros Juegos Olímpicos de la era moderna: como ratificación de la importancia que ya había alcanzado, el ciclismo fue uno de los deportes convocados.
Pista y carretera: Casi desde el principio el
ciclismo se practicó en carretera o pista. Entre las distintas fórmulas de las competencias en ruta hay 2 fundamentales: en línea (todos los corredores salen al mismo tiempo y la clasificación se da por orden de llegada) y contrarreloj (las salidas son individuales sobre una misma distancia y gana el de menor tiempo). Pero sin dudas la más populares son las carreras por etapa, que tienen pruebas en línea y contrarreloj, en las que se suman los tiempos de cada ciclista. Los competidores intervienen en equipos, que en un principio representaban los países, pero desde la década de 1950 dejaron de lado la nacionalidad para ser patrocinados por marcas comerciales. De estas características son el de la Vuelta de Francia, la más famosa del mundo (ganada en 1995 por Miguel Indurain) y el Giro de Italia, organizado en 1909 por Armand Cougnet.
Despues aparecieron la Vuelta a España, a Suiza y Bélgica. Por entonces también ya se había
convertido en clásicos pruebas de un día como las de Milán-San Remo (1907), París-Roubaix (1896), Lieja-Bastogne Lieja (1892), Burdeos-París (1891), entre muchas otras.
De las pruebas contrarreloj la más importante es el Gran Premio de las Naciones (se disputa anualmente en París sobre 100 kilómetros, para profesionales) y los campeonatos del mundo contrarreloj por equipos y kilómetro contrarreloj en pista, para aficionados.
Récords y carreras: En los años veinte, en una pista armada en el Madison Square Garden de New York, empezó a disputarse una prueba inhumana: los ciclistas debían correr 6 días seguidos. Más que contra los adversarios, la lucha era contra el sueño y el agotamiento. Semejante barbaridad fue duramente criticada y los organizadores debieron cambiar las reglas: admitieron equipos de parejas que se iban relevando de acuerdo con el estado de cada uno y la estrategia que querían desarrollar en la competencia. Así nacieron los "Seis días", que se disputan en todo el mundo, incluso en Argentina.
En otra prueba el ciclista corre pegado a un motorista que le abre paso cortando el aire puede alcanzar velocidades de hasta 90 km/h. El español Guillermo Timoner ganó el mundial de la especialidad en 1955, 1959, 1960, 1962, 1964 y 1965. Una obsesión de los ciclistas es el récord de la hora. Hasta 1984, cuando el italiano Francesco Mosser cubrió 50,808 kilómetros en ese lapso, nadie había pasado los 50 kilómetros.
En la Argentina: El ciclismo se hizo popular en nuestro país en los albores del siglo XX. En 1910 se fundó la Federación Ciclista Argentina y 2 años después se corrió el 1º campeonato nacional de Resistencia, que ganó Manuel Fernández. Entre los vencedores de esta prueba figura el mendocino Ernesto Contreras, el "Cóndor de los Andes", de los más extraordinarios ruteros argentinos de todos los tiempos, protagonista fundamental de la prueba el "Cruce de los Andes".
Una lista de ases, que de ninguna manera puede ser completa, incluye a figuras de distintas épocas y especialidades como Antonio Malvassi, Oscar Giacche, Dante Benvenutti, Ángel Castellani, Jorge Batiz, Luis Breppe, Roberto Breppe, Octavio Dazan, Carlos Alberto Vázquez, Jorge Vázquez, Antonio Alexandre, Victorio Visentín, Delmo Delmastro, Duilio Biganzoli, Marcelo Alexandre, Claudio Fabián Ianonne, Eduardo Trillini, José Palma, Juan Carlos Haedo, Juan Esteban y Gabriel Ovidio Curuchet, Erminio Suárez y Jorge Filardi.
En los primeros tiempos se corría en caminos de tierra, a veces intransitables por la lluvia y había que hacer esfuerzos sobrehumanos para llegar. Pruebas de ruta famosas fueron y son las llamadas "doble" de Chivilcoy, Bragado, Junín, Lobos, Pergamino, Cañuelas, Campana, San Vicente, Zárate, La Pampa, y otras como Rosario-Santa Fe-Buenos Aires, la Buenos Aires-Mar del Plata e incontables carreras más en todo el país, a las que hay que agregar las de velocidad, igual de importantes. El ciclismo argentino no tenía medallas olímpicas (hasta 2008), pero sí 43 (14 de oro) panamericanas, contando las 3 ganadas en la edicion de Mar del Plata 1995: la de plata de Wálter Pérez, en 4000 metros persecución individual, y las de bronce de Jimena Florit en 26,300 kilómetros y de Sandro Miranda en cross country. Los especialistas consideran al mendocino Cosme Saavedra el padre del ciclismo argentino. Apareció en la década de 1920, ganó todo lo que se podía ganar en su tiempo y fundó una dinastía que se prolongó en su hermano menor: Remigio Saavedra. Éste además, de adjudicarse más de 300 victorias en rutas y pistas de todo el mundo, el 13 de noviembre de 1943 cubrió la distancia que va de Buenos Aires a Mendoza (1100 kilómetros), sin etapas, en menos de 18 horas, a un promedio de 61,439 kilómetros y con picos de hasta 90 kilómetros. Logró esta marca fenomenal gracias a la asistencia de un auto midget equipado en la parte de atrás con una pantalla que le quitaba la resistencia de aire y hacía un trabajo de "succión". En ese momento Saavedra tenía 33 años. En 1980, con 70 cumplidos, repitió la hazaña. Sólo necesitó 45 minutos más.

Del celerífero a la bicicleta: Parece que la idea ya se les había ocurrido a los egipcios, quienes dejaron dibujos de máquinas con 2 ruedas unidas por una barra. Los chinos construyeron algo similar con ramas de bambú antes de que Leonardo da Vinci diseñara un velocípedo, bastante parecido al incómodo celerífero del conde francés Méde de Sivrac, que sorprendió a los paseantes parisinos en 1790. Lentamente los mdelos siguientes fueron añadiendo mejoras hasta que en 1880, el inglés Harry Lawson construyó un vehículo con las 2 ruedas de igual tamaño, colocó los pedales a mitad de camino entre ambas y los comunicó con la trasera mediante un sistema de plato-cadena-piñón. Los velocípedos se convirtieron definitivamente en bicicleta hacia 1888, cuando aparecieron los modelos con armazó y ruedas de rayos metálicos. Las bicicletas actuales son de 2 tipos: pisteras y de ruta. Las pisteras pesan entre 5,5 y 7,5 kilogramos, tienen piñón fijo y carecen de frenos; las ruteras pesan de 5,5 a 9,5 kilogramos, poseen hasta 16 velocidades, frenos y manillar aerodinámico con apoya brazos. Las ruedas modernas vienen con aspa, en lugar de rayos, son más ligeras y permiten un pedaleo menos esforzado, aunque tienen el inconveniente de que la rotación agita el aire y la bicicleta toma inercia; las lenticulares son más pesadas pero ofrecen menos resistencia al aire, lo cual posibilita una mayor velocidad. En cuanto a la indumentaria, el ciclista moderno usa casco liviano con visor incorporado, ropa adherente, a veces con guantes incorporados, todo en lycra/nylon o materiales similares y calzado integrado a los pedales mediante un sistema de dientes: algo así como un astronauta comparado con los pioneros del deporte.

La nota completa de la Revista Nueva del domingo 21 de abril de 1996 debajo (hacer click para ampliar las imágenes):

ERIC WOOLFSON (1945-2009)

Con tristeza hoy, Diciembre 2 del 2009, obtengo via-Facebook la noticia del fallecimiento a causa de un cáncer, de mi gran ídolo "Eric Woolfson" aquel que con su tono voz me hizo percatar que el rock es una manifestación que va más allá de lo radical, y que asimismo puede hacerse de él una cosa bella.

Quizá su nombre no tenga eco si somos rockeros de Mainstream, pero si hablamos de "The Alan Parsons Project" sabremos que éste era la cabeza creativa principal de esta legendaria banda de rock progresivo de mediados de los 70 y gran parte de los 80, que además de sacar a la luz grandiosos álbums conceptuales de música cósmica y delirante, también lograron sacar éxitos que se convirtieron en clásicos.

Woolfson se unió en 1974 al joven ingeniero de sonido Alan Parsons, famoso por su participación en el Abbey Road de The Beatles y Dark Side of the Moon de Pink Floyd, quien tenía una idea de reunir grupos para hacer música donde la labor del productor y sonidista fuera más destacable que el virtuosismo mismo de los músicos, no obstante para hacer un proyecto tan ambicioso, Parsons tuvo que aprovechar el talento de Woolfson como músico y compositor para lograr que su proyecto comenzara a caminar a pasos agigantados.

Pese a que el Project al principio parecia ser una reunión de músicos de sesión invitados colaborando para un proyecto discográfico, a medida que algunos de estos elementos se consolidaban dentro del estudio y asimismo poniéndoles algo de su estilo a las composiciones de Woolfson y Parsons, muchos de estos regresaban al album siguiente, volviéndose casi-imprescindibles y otorgándole al Project un aspecto no de proycto de estudio sino de superbanda con sus propios miembros permanentes, y aunque fueron muchos los cantantes invitados especiales para los álbums del Project, Woolfson se aventuraría desde el quinto álbum del Project a ser uno de los vocalistas principales y que mejor inicio que la canción "Time", donde demuestra tener una voz única.
En homenaje y a su memoria recordaremos dos de sus canciones con The Alan Parsons Project donde escucharemos el agradable y a la vez atmosférico tono de voz característico de Woolfson

Descanse en paz, ídolo.

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