Doping: "Ganar por las malas"
"3000 drogas están a disposición de los deportistas empeñados en triunfar como sea, con la complicidad de médicos, entrenadores y dirigentes".
En Junio de 1994, luego de un partido de fútbol disputado entre Platense y Gimnasia y Esgrima La Plata, el juez Roberto Marquievich sometió a los 32 jugadores -suplentes incluidos- a un control antidoping que arrojó resultado negativo. El análisis se cumplió en el laboratorio del CeNARD (Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo). A mediados de noviembre de ese mismo año, Marquievich ordenó una contaprueba en otro laboratorio. Este análisis habría dado positivo en 2 casos y la droga sería cocaína. Hoy ya nadie se sorprende por noticias como ésta. El doping es cosa diaria. Para muchos el recurso de ingerir, aspirar o inyectarse drogas para mejorar el desempeño atlético empezó con la superprofesionalización del deporte. Sin embargo los participantes de los Juegos Olímpicos de la Antigüedad ya se dopaban. No es un rumor. Lo dejó documentado nada menos que Galeno (siglo segundo A.C.), el padrede la Medicina.
En aquellos tiempos no se conocía la efedrina, que se haría famosisima en 1994, sino un menjunje de vino mezclado con ciertas hierbas estimulantes. Los transgresores eran severamente castigados, siempre según Galeno, y bastaba olerles el aliento para descubrirlos. Algunos exageraban la dosis y llegaban a la pista completamente en curda. Roma heredó de Grecia el doping, también lo penó y tampoco pudo erradicarlo.
Cócteles de nitroglicerina y estricnina: Cada país y cada época deben de haber aportado su sustancia favorita. A mediados del siglo XIX, en una carrera de natación por el canal de Amsterdam y en otra de ciclismo, algunos participantes tomaron cafeína mezclada con azúcar y alcohol; otros prefirieron la cocaína y la heroína y hasta hubo quienes apelaron a fármacos que contenían nitroglicerina.
En los Juegos Olímpicos de 1904 de Saint Louis, Estados Unidos, el local Fred Lorz, ganador del maratón, fue descalificado por haber hecho parte del recorrido en auto. Entonces le dieron la medalla de oro al segundo, Thomas Hicks, también estadounidense, pero al rato también se la quitaron. Hicks había ingerido un compuesto a base de sulfato de estricnina tan estimulante que estuvo a punto de vencer al que iba en auto. Desde entonces las cosas empeoraron. Una encuesta de 1958, entre 450 entrenadores de los Estados Unidos, reveló que 35% le había dado bencedrina a sus atletas. La primera reaccion vino de Francia, que fundó una comisión de control del doping, y en 1963 el Consejo de Europa confeccionó una lista de drogas prohibidas. Los controles comenzaron a ser relativamente serios 5 años después: en los JJ.OO. de México, pese a la discusión sobre qué sustancias eran doping y cuáles no lo eran, se hicieron unos 1000 análisis de orina. Para 1972, las técnicas de control habían mejorado, pero todavía no se podían descubrir los anabólicos que, de todas maneras, hasta ese momento no estaban prohibidos.
Entre los casos más resonantes figuran el de Diego Maradona y el de Ben Johnson, el atleta jamaiquino nacionalizado canadiense que ganó la final de los 100 metros llanos en los JJ.OO. de Seúl, donde batió su propio récord mundial. Después el C.O.I., informó que en la orina de Johnson se había encontrado stanozolol, droga prohibidísima. Lo descalificaron de la carrera, le anularon su marca y lo suspendieron por 2 años. Cuando reapareció ya no era el mismo. En enero de 1993 le descubrieron otro doping. La F.I.A.A. lo suspendió de por vida.
"No soy el único que se ha dopado -protestó Johnson en septiembre de 1994-. ¿Creen que los records batidos en 1994 son más creíbles que los mios de 1988? ¡Claro que no!. Los atletas burlan la ley, consumen productos indetectables y están protegidos por los tribunales y por los dirigentes. A mí me castigaron por lo mismo que hace todo el mundo".
Maradona y Johnson son la punta del iceberg. No hace falta que esté en juego un Mundial o una medalla olímpica: infinidad de casos de menor repercusión confirman que el doping se encuentra a cualquier nivel y que para eludir los controles se intenta lo que sea.
El botiquín prohibido: La palabrita se les atribuye a los holandeses. Según una versión, proviene de dope, un dialecto que hablaban los colonos de ese país establecidos en Cafrería, una zona del sudeste africano. Otra fuente lo hace derivar de doop, un líquido muy espeso que tomaban para achisparse los primeros holandeses que llegaron a la actual isla de Manhattan.
El doctor Néstor Lentini, jefe del laboratorio de control antidoping "Doctor Ramón Carrillo" que funciona en el CeNARD, afirma que para 1994 el doping abarca 3000 sustancias que el COI y muchas entidades deportivas de todo el mundo prohibieron. "Esa cifra aumenta cada año, porque el COI va agregando las que aparecen", dice. Las drogas se toman par mejorar la "performance" deportiva. Unas disimulan el cansancio físico, otras posibilitan un mayor desarrollo muscular, con el consiguiente aumento de potencia, otras estimulan el sistema nervioso y algunas borran toda huella de otros estupefacientes. Según la vía de administración se dividen en orales, de acción lenta; intramusculares, de acción rápida; endovenosas, de efecto ultarrápido; y "pellets", de acción retardada (cápsulas de plástico que contienen anfetaminas y hormonas, se coloca en forma subcutánea y sus efectos pueden durar varias semanas).
Las aminas, estimulantes del sistema nervioso simpático, como la efedrina, son peligrosísimas porque borran el cansancio, y si no funciona esa señal de alarma del organismo para detener un esfuerzo desmesurado, el corazón puede estallar. Similares efectos producen los analgésicos narcóticos, drogas derivadas del opio, como la morfina, que pueden producir la muerte. Dentro de esta gama figuran los estimulantes psicomotores, como la cocaína y las anfetaminas con sus derivados. Los beta bloqueantes, en cambio, mantienen sedado al deportista y libre de nervios.
Para pruebas de gran aliento se utilizan estimulantes del S.N.C. como la cafeína, que facilitan el consumo de los ácidos grasos que el organismo necesita durante esos esfuerzos.
La droga más peligrosa es el esteroide anabólico, que en los años 60's, empezaron a consumir los fisicoculturistas norteamericanos para lograr los físicos descomunales que muestran en las revistas especializadas. Los anabólicos producen paranoia, dolores de cabeza y vértigos, acné (cicatrices permanentes), daños en el hígado (tumores incluidos), dolores de estómago, alta presión arterial y calambres; disminuyen la actividad sexual y detienen el crecimiento de los adolescentes. En las mujeres aumentan el vello, engrosan la voz y trastornan el ciclo menstrual. En los hombres producen calvicie prematura, desarrollo de mamas y menor producción de esperma, entre otros trastornos. Esta droga, derivada de la testosterona, viene en 3 formas: 1- soluble en agua (los rastros desaparecen en 3 o 4 semanas). 2- a base de aceite (se inyecta, es absorbida por la grasa del cuerpo y desaparece en 6 a 8 meses). 3- Píldoras o inyecciones de testosterona pura (la forma más peligrosa y difícil de detectar).
El dóping sanguíneo empezó a usarse en la década del 70'. Un mes y medio antes de la competencia se le extrae al deportista no menos de medio litro de sangre y se lo guarda. Como en ese período aquel recupera naturalmente la sangre extraída, cuando le devuelven el medio litro que le habían sacado, ese aporte extra de glóbulos rojos (encargados de trasladar el oxígeno a los músculos) le otorga mayor resistencia. Cuando el recurso de la sobreoxigenación no era ilegal, fue utilizado por Boca Juniors en sus presentaciones en La Paz, ubicada a 3650 MSNM, donde el porcentaje de oxígeno en el aire es menor.
Un círculo vicioso: Los más preocupados por el avance de la droga son los médicos, quienes conocen en profundidad sus nefastas consecuencias. Muchas veces la obsesión por lograr un rendimiento óptimo ha terminado en la muerte. En 1993, la revista alemana Stern informó que los anabólicos habían producido un centenar de bajas entre deportistas, como el lanzador de martillo teutón Detiel Gerstenberg, el remero ruso Gintas Gidreitis y el lanzador de disco húngaro Janos Farago. Para el doctor Armando Macagno, titular de la cátedra de Toxicología de la Universidad de Buenos Aires, "un futbolista que consume estimulantes para un partido no puede prescindir de ellos, porque se crea un círculo vicioso difícil de cortar incluso con ayuda médica".
Raúl Madero, ex futbolista del Estudiantes de La Plata campeón del mundo y médico de la selección Argentina en 1986 y 1990, opina que "en la Argentina se sabe que la droga entra por todas partes y nadie hace nada. Pero si un deportista consume estupefacientes nos rasgamos las vestiduras en una actitud hipócrita".
"Cuando debuté en 1ºra, me dieron anabólicos -recuerda Roberto Avanzi, ex futbolista y médico durante varias temporadas de Vélez Sarsfield-. Por eso ahora, a los 44 años (en 1994), sufro problemas de cadera. Para que estas cosas no vuelvan a suceder hay que educar a los dirigentes y D.T.'s. El doping era un problema endémico en las décadas del 60' y 70'. Su control comenzó en los 80'. Este sistema tiene que perfeccionarse".
En una oportunidad, Claudio Busca confirmó las palabras de Avanzi. "En los años 70' -declaró el ex árbitro- era común entrar a un vestuario y ver ampollas y jeringas por todos lados. Cuando la AFA impuso el control antidoping, hubo algunos que no pudieron jugar más en competencias de gran nivel". Y en 1977, antes de irse a jugar al Cosmos de N.Y., Franz Beckenbauer reveló que "buena parte de los éxitos conseguidos por los futbolistas de Alemania Federal se deben al uso de droga".
Otro experto en el tema, el Dr. Arnaldo Donaide, sostiene que "las causas que conducen al doping son varias: predisposición genética, personalidad problemática, la presion de los clubes y la exigencia de la sociedad que siempre reclama un mayor rendimiento".
Avivadas: A medida que los controles se fueron perfeccionando, también progresó el ingenio para burlarlos. En 1991, después de un partido entre Instituto (Córdoba) y Unión (S.F.), Raúl de la Cruz Chaparro tenía que entregar una muestra de orina y mandó a su hermano Rolando, también jugador de Instituto, para que lo reemplazara. Luego Raúl explicó que había tomado unos antibióticos por orden del médico del club. La treta de Chaparro parece una inocentada comparada con otros métodos más complicados. Uno era llevar orina de otra persona en una bolsita de plástico oculta bajo la axila y mediante un conducto escondido bajo la ropa, simular que se hacía pis. Hubo hombres que llevaron el pií de la esposa embarazada, con lo cual quedó en evidencia la trampa.
Otro recurso consistía en colocarse sondas para extraer la orina y reemplazarla con una dosis ajena, práctica peligrosa por la posibilidad de contagios. Para que a nadie se le ocurra cambiar el frasco, ahroa se usan 2: con uno se hace la prueba y con el otro el 2º control o contraprueba, en caso de que el presunto transgresor lo reclame.
A pesar de estas nuevas medidas de seguridad, muchos atletas como Carl Lewis y su compatriota Leroy Burrell, junto con el presidente de la comisión médica del COI, príncipe Alexandre de Merode, han reclamado el examen de sangre. "Los de orina ya son un chiste", se lamentó Lewis.
Ningún análisis, sin embargo, podría descubrir el "estimulante" probado en los JJ.OO de Melbourne (1956): varios nadadores australianos fueron convencidos, mediante hipnosis, de que debían bracear más rápido que nunca porque en la pileta había tiburones que los iban a devorar.
Los muchachos nadaron como jamás lo habían hecho, pero así y todo algunos no ganaron. De los tiburones, ni noticias.
Haciendo click debajo en alguna de las imágenes, verá la nota original de la revista Nueva de 1994:
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